Llego como transportado por un céfiro
helado, de inmediato toda la envergadura de sus enormes alas le abrigaron, y
pudo ver como el piso se alejaba de sus pies, se calmó al ver en sus ojos, un
mar de tranquilidad y una hermosa sonrisa que se dibujó en su rostro.
Juntos pasaron por valles, túneles
y montañas, luego recorrieron el ondeante camino marino con la velocidad de una
gaviota, al llegar le deposito con toda la delicadeza del mundo, y solo hasta que sus pies desnudos se aferraron
a la cálida arena, levanto el vuelo, y antes de irse con voz calmada y
angelical le dijo: Las Hadas aún existen!
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