Cuando logro anclar su goleta,
espero a que los vientos del golfo hincharan sus velas, y al cubrir toda la
bahía con la macabra imagen del estandarte del barco, salto ágilmente al
pequeño bote de remos, iba ataviado con todo su arsenal personal, las olas lo
acercaron entre la azulosa espuma hasta la playa, que se perdía ante la
inmensidad de miles de árboles de variados verdes y tamaños. La búsqueda había comenzado, espadas en mano
desmontaba la maleza, a medida que avanzaba, la gran muralla arbórea cedía al
paso del explorador; que sin darse cuenta continuaba mientras que la apretada
jungla se cerraba tras de él.
El mapa bien señalaba la región que posiblemente habitaran las míticas
amazonas, el encontrar dicho lugar, arrebataba el sueño febril del corsario. A cada instante el sol que
antes iluminaba la densa barba azul del caminante, ahora se veía opacada por el
verde oscuro diseminado por doquier entre tantas especies vegetales. El espíritu del errante cazador, se agitaba
solo de pensar, en las presas que sometería al chasquido de su látigo; de
pronto una bandada de pájaros se dejaron caer en picada mientras huían desde
las copas de los gigantescos mástiles vegetales,
el aletear salvaje puso en alerta al bien armado cazador, la
adrenalina tensó las extensiones de acero de sus manos, se preparó a lo
inesperado; el corazón pulsaba la sangre al punto de reventar las sienes.
De pronto giro sobre sus botas, y ahí estaba la anhelada presa, de
cabellos azabache muy largos que dejaban entrever ligeramente los turgentes
pezones de ébano, como también pudo observar entre las piernas el musgo que se
guardaba celoso; cuando subió la mirada, ahora relajada por la embrujadora
aparición de su presa. El milenario cazador quedo hipnotizado ante los
profundos ojos obsidiana de Pies de Nube, eclipsado soltó todas sus armas de
defensa, momento en que la mujer jaguar salto sobre el que se sentía cazador,
devorándolo hasta el tuétano.
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