viernes, 11 de noviembre de 2016

El manto nocturno



Ellix Brendiux transitaba todas las noches por la pradera, lo reconocía todo como la primera vez, aprovechaba y llenaba su canasto con flores bañadas por el roció. De pronto escucho un quejido, cerca al lago así que sin esperar corrió hacia el lugar de donde provenía;  descubrió allí, a una mujer que se escondía bajo el manto nocturno, al tiempo en que gemía abrazada a un enorme y centenario árbol medicinal, mientras sus piernas flaqueaban al tratar de darle curso a la criatura que tenía en su vientre. Ellix Brendiux, elevo sus ojos al cielo y  eso basto para que todo su instinto activara su pensar y su actuar, así que pese a no haber  asistido jamás un parto la joven dama se ocupó de la situación como lo habría hecho cualquier matrona.       De la noche a la mañana la  cabaña  de Ellix Brendiux , que hacia parte de la pequeña aldea, ahora permanecía colmada de parturientas, tras las cuales  fueron llegando tuberculosos, leprosos, virulentos y muchos otros enfermos, a los que si bien ella no sanaba; con sus emplastos, si hacía sentir mejor con sus infusiones y sabias palabras.

Cuentan en la aldea que un domingo en que se oficiaba la santa misa, Ellix Brendiux, prefirió acompañar a una mujer primeriza en su parto, antes que asistir a los oficios; esta acción corrió como fuego de boca en boca y llego a oídos del Obispo, quien de inmediato demando la presencia del  señor feudal. Unas horas después, la soldadesca abrió a empujones la puerta de la amada Ellix a quien sacaron de su casa por la fuerza. La imagen que se vio a continuación  era la de una  bestia montada en un caballo, que a su vez, arrastraba a la joven partera. Los conocidos y antes amigos de Ellix  por temor a ser relacionados con ella, ahora le arrojaban estiércol y enormes pedruscos, pero  lo que más le dolía a la joven y apenaba su corazón, eran las palabras llenas de miedo de quienes se las lanzaban. Poco después una noche de luna llena sin que mediara juicio alguno, apilaron afuera de las mazmorras alrededor de la gruesa estaca de abedul,  más de seis fardos de leña, luego, cuando el balcón ataviado con largos faldones carmesís estuvo a reventar y los aldeanos morbosos, expectantes y enardecidos alcanzaron el paroxismo, sacaron a Ellix a empellones, antes de amarrarla al poste donde le arrancaron la manta con que se cubría. La azotaron para hacerla confesar sus faltas, dejaron su espalda escaldada y sanguinolenta, le pusieron grilletes en manos y pies, fijándola a la superficie lisa y blanquecina; entonces justo cuando las voces del clero y el pueblo justiciero trepanaban sus oídos,  la noble mujer levanto los ojos nuevamente hacia el cielo, las nubes oscuras dieron paso a la gigantesca luna, que dejó caer su luz  para iluminar el cuerpo desnudo de su noble y ancestral hija, y allí  ante los ojos impávidos de todos los presentes la hoguera hubo que asfixiarse sola,  porque Ellix Brendiux se desvaneció en un fino polvo de estrellas y ascendió  al encuentro de la pálida Luna.

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